París es teatro divertido y terrible. Entre
los concursantes al café Plombier, buenos y
decididos muchachos -pintores, escultores,
escritores, poetas- sí, ¡todos buscando el vie-
jo laurel verde! ninguno más querido que
aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen
bebedor de ajenjo, soñador que nunca se
emborrachaban, y, como bohemio intachable,
bravo improvisador.
En el cuartucho destartalado de nuestras
alegres reuniones, guardaba el yeso de las
paredes, entre los esbozos y rasgos de futu-
los concursantes al café Plombier, buenos y
decididos muchachos -pintores, escultores,
escritores, poetas- sí, ¡todos buscando el vie-
jo laurel verde! ninguno más querido que
aquel pobre Garcín, triste casi siempre, buen
bebedor de ajenjo, soñador que nunca se
emborrachaban, y, como bohemio intachable,
bravo improvisador.
En el cuartucho destartalado de nuestras
alegres reuniones, guardaba el yeso de las
paredes, entre los esbozos y rasgos de futu-
ros Clays, versos, estrofas enteras escritas en
la letra echada y gruesa de nuestro amado
pájaro azul.
El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No
sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le
bautizamos con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel exce-
lente muchacho tenía el vino triste. Cuando le
preguntábamos porqué cuando todos reíamos
como insensatos o como chicuelos, él arruga-
ba el ceño y miraba fijamente el cielo raso,
nos respondía sonriendo con cierta amargura.
-Camaradas: habéis de saber que tengo un
pájaro azul en el cerebro, por consiguiente…
Sucedía también que gustaba de ir a las
campiñas nuevas, al entrar la primavera. El
aire del bosque hacía bien a sus pulmones,
según nos decía el poeta.
la letra echada y gruesa de nuestro amado
pájaro azul.
El pájaro azul era el pobre Garcín. ¿No
sabéis por qué se llamaba así? Nosotros le
bautizamos con ese nombre.
Ello no fue un simple capricho. Aquel exce-
lente muchacho tenía el vino triste. Cuando le
preguntábamos porqué cuando todos reíamos
como insensatos o como chicuelos, él arruga-
ba el ceño y miraba fijamente el cielo raso,
nos respondía sonriendo con cierta amargura.
-Camaradas: habéis de saber que tengo un
pájaro azul en el cerebro, por consiguiente…
Sucedía también que gustaba de ir a las
campiñas nuevas, al entrar la primavera. El
aire del bosque hacía bien a sus pulmones,
según nos decía el poeta.
De sus excursiones solía traer ramos de
violetas y gruesos cuadernillos de madrigales,
escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho
cielo sin nubes. Las violetas eran para Nini,
su vecina, una muchacha fresca y rosada que
tenía los ojos mui azules.
Los versos eran para nosotros. Nosotros
los leíamos y los aplaudíamos. Todos tenía-
mos una alabanza para Garcín. Era un ingenio
que debía brillar. El tiempo vendría. Oh, el
pájaro azul volaría muy alto. ¡Bravo!, ¡bien!
¡Eh, mozo, más ajenjo!
Principios de Garcín:
De las flores las lindas campánulas.
Entre las piedras preciosas, el zafiro.
De las inmensidades, el cielo y el amor; es
decir, las pupilas de Nini.
violetas y gruesos cuadernillos de madrigales,
escritos al ruido de las hojas y bajo el ancho
cielo sin nubes. Las violetas eran para Nini,
su vecina, una muchacha fresca y rosada que
tenía los ojos mui azules.
Los versos eran para nosotros. Nosotros
los leíamos y los aplaudíamos. Todos tenía-
mos una alabanza para Garcín. Era un ingenio
que debía brillar. El tiempo vendría. Oh, el
pájaro azul volaría muy alto. ¡Bravo!, ¡bien!
¡Eh, mozo, más ajenjo!
Principios de Garcín:
De las flores las lindas campánulas.
Entre las piedras preciosas, el zafiro.
De las inmensidades, el cielo y el amor; es
decir, las pupilas de Nini.
Y repetía el poeta: Creo que siempre es
preferible la neurosis a la imbecilidad.
preferible la neurosis a la imbecilidad.
A veces Garcín estaba más triste que de
costumbre.
Andaba por los boulevares; veía pasar in-
diferente los lujosos carruajes, los elegantes,
las hermosas mujeres. Frente al escaparate
de un joyero sonreía; pero cuando pasaba
cerca de un almacén de libros, se llegaba a
las vidrieras, husmeaba, y al ver las lujosas
ediciones, se declaraba decididamente envi-
dioso, arrugaba la frente, para desahogarse
volvía el rostro hacia el cielo y suspiraba. Co-
rría al café en busca de nosotros, conmovido,
exaltado, casi llorando, pedía su vaso de
ajenjo y nos decía:
-Sí, dentro de la jaula de mi cerebro está
preso un pájaro azul que quiere su libertad…
preso un pájaro azul que quiere su libertad…
Hubo algunos que llegaron a creer en un
descalabro de razón.
Un alienista a quien se le dio noticia de lo
que pasaba, calificó el caso como una mono-
manía especial. Sus estadios patológicos no
dejaban lugar a duda.
Decididamente, el desgraciado Garcín es-
taba loco.
Un día recibió de su padre, un viejo pro-
vinciano de Normandía, comerciante en tra-
pos, una carta que decía lo siguiente poco
más o menos:
«Sé tus locuras en París. -mientras per-
manezcas de ese modo, no tendrás de mí un
descalabro de razón.
Un alienista a quien se le dio noticia de lo
que pasaba, calificó el caso como una mono-
manía especial. Sus estadios patológicos no
dejaban lugar a duda.
Decididamente, el desgraciado Garcín es-
taba loco.
Un día recibió de su padre, un viejo pro-
vinciano de Normandía, comerciante en tra-
pos, una carta que decía lo siguiente poco
más o menos:
«Sé tus locuras en París. -mientras per-
manezcas de ese modo, no tendrás de mí un
solo sou. Ven a llevar los libros de mi alma-
cén, y cuando hayas quemado, gandul, tus
manuscritos de tonterías, tendrás mi dinero.»
Esta carta se leyó en el café Plombier.
-¿Y te irás?
-¿No te irás?
¿Aceptas?
¿Desdeñas?
¡Bravo Garcín! Rompió la carta y soltando
el trapo a la vena, improvisó unas cuantas
estrofas, que acababan, si mal no recuerdo:
Si seré siempre un gandul,
lo cual aplaudo y celebro,
mientras sea mi cerebro
cén, y cuando hayas quemado, gandul, tus
manuscritos de tonterías, tendrás mi dinero.»
Esta carta se leyó en el café Plombier.
-¿Y te irás?
-¿No te irás?
¿Aceptas?
¿Desdeñas?
¡Bravo Garcín! Rompió la carta y soltando
el trapo a la vena, improvisó unas cuantas
estrofas, que acababan, si mal no recuerdo:
Si seré siempre un gandul,
lo cual aplaudo y celebro,
mientras sea mi cerebro
jaula del pájaro azul!
Desde entonces Garcín cambió de carácter.
Se volvió charlador, se dio un baño de ale-
gría, compró levita nueva, y comenzó un
poema en tercetos titulado, pues es claro: El
pájaro azul.
Cada noche se leía en nuestra tertulia algo
nuevo de la obra. Aquello era excelente, su-
blime, disparatado.
Allí había un cielo muy hermoso, una cam-
paña mui fresca, países brotados como por la
magia del pincel de Corot, rostros de niños
asomados entre flores; los ojos de Nini
húmedos y grandes; y por añadidura, el buen
Dios que envía volando, volando, sobre todo
aquello, un pájaro azul que sin saber cómo ni
cuándo, anida dentro del cerebro del poeta,
en donde queda aprisionado. Cuando el pája-
ro canta, se hacen versos alegres y rosados.
Cuando el pájaro quiere volar y abre las alas
y se da contra las paredes del cráneo, se al-
Desde entonces Garcín cambió de carácter.
Se volvió charlador, se dio un baño de ale-
gría, compró levita nueva, y comenzó un
poema en tercetos titulado, pues es claro: El
pájaro azul.
Cada noche se leía en nuestra tertulia algo
nuevo de la obra. Aquello era excelente, su-
blime, disparatado.
Allí había un cielo muy hermoso, una cam-
paña mui fresca, países brotados como por la
magia del pincel de Corot, rostros de niños
asomados entre flores; los ojos de Nini
húmedos y grandes; y por añadidura, el buen
Dios que envía volando, volando, sobre todo
aquello, un pájaro azul que sin saber cómo ni
cuándo, anida dentro del cerebro del poeta,
en donde queda aprisionado. Cuando el pája-
ro canta, se hacen versos alegres y rosados.
Cuando el pájaro quiere volar y abre las alas
y se da contra las paredes del cráneo, se al-
zan los ojos al cielo, se arruga la frente y se
bebe ajenjo con poca agua, fumando ade-
más, por remate, un cigarrillo de papel.
He ahí el poema.
Una noche llegó Garcín riendo mucho y,
sin embargo, muy triste.
bebe ajenjo con poca agua, fumando ade-
más, por remate, un cigarrillo de papel.
He ahí el poema.
Una noche llegó Garcín riendo mucho y,
sin embargo, muy triste.
La bella vecina había sido conducida al
cementerio.
-¡Una noticia!, ¡una noticia! Canto último
de mi poema. Nini ha muerto. Viene la pri-
mavera y Nini se va. Ahorro de violetas para
la campiña. Ahora falta el epílogo del poema.
Los editores no se dignan siquiera leer mis
versos, vosotros muy pronto tendréis que
dispersaros. Ley del tiempo. El epílogo debe
cementerio.
-¡Una noticia!, ¡una noticia! Canto último
de mi poema. Nini ha muerto. Viene la pri-
mavera y Nini se va. Ahorro de violetas para
la campiña. Ahora falta el epílogo del poema.
Los editores no se dignan siquiera leer mis
versos, vosotros muy pronto tendréis que
dispersaros. Ley del tiempo. El epílogo debe
titularse así: «De cómo el pájaro azul alza el
vuelo al cielo azul.»
vuelo al cielo azul.»
¡Plena primavera! Los árboles florecidos,
las nubes rosadas en el alba y pálidas por la
tarde; ¡el aire suave que mueve las hojas y
hace aletear las cintas de los sombreros de
paja con especial ruido! Garcín no ha ido al
campo.
Hele ahí, viene con traje nuevo, a nuestro
amado Café Plombier, pálido, con una sonrisa
triste.
-Amigos míos, ¡un abrazo! Abrazadme to-
dos, así, fuerte; decidme adiós, con todo el
corazón, con toda el alma… El pájaro azul
vuela…
las nubes rosadas en el alba y pálidas por la
tarde; ¡el aire suave que mueve las hojas y
hace aletear las cintas de los sombreros de
paja con especial ruido! Garcín no ha ido al
campo.
Hele ahí, viene con traje nuevo, a nuestro
amado Café Plombier, pálido, con una sonrisa
triste.
-Amigos míos, ¡un abrazo! Abrazadme to-
dos, así, fuerte; decidme adiós, con todo el
corazón, con toda el alma… El pájaro azul
vuela…
Y el pobre Garcín lloró, nos estrechó, nos
apretó las manos con todas sus fuerzas y se
fue.
Todos dijimos: Garcín, el hijo pródigo,
busca a su padre, el viejo normando.- musas,
adiós, adiós, Gracias. ¡Nuestro poeta se deci-
de a medir trapos! ¡Eh! ¡Una copa por Garcín!
Pálidos, asustados, entristecidos, al día
siguiente, todos los parroquianos del Café
Plombier que metíamos tanta bulla en aquel
cuartucho destartalado, nos hallábamos en la
habitación de Garcín. El estaba en su lecho,
sobrelas sábanas ensangrentadas,, con el
cráneo roto de un balazo. Sobre la almohada
había fragmentos de masa cerebral. ¡Que
horrible!
apretó las manos con todas sus fuerzas y se
fue.
Todos dijimos: Garcín, el hijo pródigo,
busca a su padre, el viejo normando.- musas,
adiós, adiós, Gracias. ¡Nuestro poeta se deci-
de a medir trapos! ¡Eh! ¡Una copa por Garcín!
Pálidos, asustados, entristecidos, al día
siguiente, todos los parroquianos del Café
Plombier que metíamos tanta bulla en aquel
cuartucho destartalado, nos hallábamos en la
habitación de Garcín. El estaba en su lecho,
sobrelas sábanas ensangrentadas,, con el
cráneo roto de un balazo. Sobre la almohada
había fragmentos de masa cerebral. ¡Que
horrible!
Cuando repuestos de la primera impresión,
pudimos llorar ante el cadáver de nuestro
amigo, encontramos que tenía consigo el fa-
moso poema. En la última pájina había escri-
tas estas palabras: Hoi, en plena primavera,
dejo abierta la puerta de la jaula al pobre
pájaro azul.
pudimos llorar ante el cadáver de nuestro
amigo, encontramos que tenía consigo el fa-
moso poema. En la última pájina había escri-
tas estas palabras: Hoi, en plena primavera,
dejo abierta la puerta de la jaula al pobre
pájaro azul.
¡Ay, Garcín!, ¡cuantos llevan en el cerebro
tu misma enfermedad!
tu misma enfermedad!
Rubén Darío
1 comentario:
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