XIX La tierra combatiente

La nieve araucana quemó
como una hoguera de blancura
el paso de los invasores.

Caían de frío los dedos,
las manos, los pies de Almagro
y las garras que devoraron
y sepultaron monarquías
eran en la nieve un punto
de carne helada, eran silencio.
Fue en el mar de las cordilleras.

El aire chileno azotaba
marcando estrellas, derribando
codicias y caballerías.

Luego el hambre caminó detrás
de Almagro como una invisible 
mandíbula que golpeaba.
Los caballos eran comidos
en aquella fiesta glacial.

Y la muerte del Sur desgranó
el galope de los Almagros,
hasta que volvió su caballo
hacia el Perú donde esperaba
al descubridor rechazado,
la muerte del Norte, sentada
en el camino, con un hacha.

Pablo Neruda

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