En el verano del largo litoral,
por polvorientas leguas y caminos
sedientos nacen las explosiones
del cardo azul de Chile.
Espolón errabundo,
gran aguijón de moscardón morado,
pequeño pabellón de la hermosura,
todo el azul levanta una copa violeta y,
árido, hostil, amargo, el seco suelo
defiende el fuego azul con sus espinas,
erizado como un alambre y terco,
como cerco de ricos, el cardo se amontona
en la agresiva fecundidad
del matorral salvaje y empina hacia
la indómita belleza del territorio seco,
circundado por vago cielo frío,
la sedición
azul de sus corolas como invitando,
como desafiando, con un azul
más duro que una espada
a todos los azules de la tierra.
Pablo Neruda
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