13. El constructor

Yo escogí la quimera,       
de sal helada construí la estatua:
fundé el reloj en plena lluvia
y vivo sin embargo.

Es verdad que mi largo poderío
subdividió los sueños
y sin que yo supiera levantaban
muros, separaciones, incesantes.

Entonces fui a la costa.

Yo vi cuando nació la embarcación,
la toqué, lisa como el pez sagrado:
tembló como la cítara de Dios,
la madera era pura,
tenía olor a miel.
Y cuando no volvía,
la nave no volvía
todos se sumergieron en sus lágrimas
mientras yo regresaba a la madera
con el hacha desnuda como estrella.

Mi religión eran aquellas naves.

No tengo más remedio que vivir.
Pablo Neruda

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